Page 13 - Viaje de fin de curso (Maturalac) - Branka Primorac
P. 13

lo más mínimo, no como ella a nosotros; sólo a veces coqueteaba con
            alguien para hacerle la vida imposible a alguna muchacha. Nos usaba en
            sus pequeños juegos, pero puesto que no esperábamos nada más que eso,
            nos eran suficientes esas migajas. Para nosotros ya era un gran honor
            que ella quisiera, al menos, tenernos cerca suyo.
                El círculo de Ana no era una asociación con reglas escritas. No había
            que inscribirse ni pagar cuotas. No sé por qué derecho natural se conse-
            guía pertenecer a él, pero sé que cuando alguien lo lograba, nadie trataba
            de romperlo. De esta asociación uno no salía, lo echaban sin derecho a
            quejarse. Eso era peor que un castigo físico, o sea, existía una regla invio-
            lable de la que no éramos conscientes. La palabra de Ana. Ella decidía el
            destino de todos nosotros tanto en la escuela como fuera de ella. Por el
            momento su preocupación era cómo juntarnos todos en el mismo lugar.
            El plan era conquistar la parte posterior del autocar.
                El plan era una cosa y la Martić otra. Tal y como que nos leyó desde
            el mismo inicio de la excursión. Esa era la razón principal de escándalo
            entre nosotros, sin lugar a dudas, ya que como adivina acertaba todas
            nuestras intenciones habidas y por haber.
                – ¡Alto! Poneos la fila, de dos en dos. Las chicas con las chicas y los
            chicos con los chicos. Cuando os tranquilicéis y cada uno escoja a su
            compañero, podréis entrar al autocar.
                Sus palabras provocaron una confusión tal como si se tratase de un
            enjambre, pero sólo fue un momento. En la medida de lo posible, se tra-
            taba de salvar la situación y encontrar rápidamente pareja. Muchas lla-
            madas, carreras y empujones a aquellos que ya estaban en orden parados
            en la cola frente al autocar. Todo esto terminó cuando de nuevo habló
            nuestra profesora de clase, llamada entre nosotros La Perla. Está era su
            frase favorita para todas nuestras travesuras e ignorancia. La tomamos
            como su apodo permanente.
                A los dos primeros que se encontró de frente, les juntó las manos
            diciendo:



                                                                                    13
   8   9   10   11   12   13   14   15   16   17   18