Page 10 - Viaje de fin de curso (Maturalac) - Branka Primorac
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– ¿Y ahora cuál es el problema? –gruño enojado, pero esto no lo
            confunde.
                – Oye, ¿tienes pajitas de plástico? Tengo un montón de zumos, pero
            no tengo pajitass.
                – No sé. Tengo que preguntar –me sorprendió. - Mamá, ¿tenemos
            pajitas de plástico? –grité para que me oyera en la otra pieza.
                – Tendría que buscarlas.
                – ¡Por favor, búscalas, Hrvoje las necesita!
                – ¡Ya voy!
                Hrvoje apenas esperó para empezar la conversación.
                – ¿Sabes que hay de nuevo relacionado con la excursión?
                – ¿Qué hay? ¿Nos quedamos en casa? La profesora de la clase nos
            amenazó tantas veces con algo que no sería nada raro que eso ocurriera.
                – Algo así. ¿Te acuerdas cuando en la reunión de padres dijo que en-
            viaría de vuelta del viaje al que no obedeciera? Fíjate, ella lo pensaba en
            serio. Ahora pide por escrito la aprobación de nuestros padres. Mañana
            nadie entrará al autobús sin el pase.
                – ¿Quién te dijo eso?
                – Mirta. Ella tiene que avisarnos a todos. Se puso feliz cuando la
            llamé. Me pidió que te lo dijera a ti y a Željka.
                – ¡La Martić, la Martić! ¡Qué no inventará! –comenté impotente…
                – Encontré cuatro –dijo mamá desde la cocina.
                – Oyes?, sólo tenemos cuatro pajitas.
                – Excelente, con una basta. No olvides llevarlas, y también el papel
            con la firma de tu mamá para que no seas tú el que se quede en casa.
            ¡Nos vemos frente la escuela! –Hrvoje terminó la conversación de golpe
            mientras mis pensamientos no se podían separar del viaje y de nuestra
            profesora de clase Verónica Martić.
                La profesora de geografía –ni joven ni vieja según nuestros criterios-
            le gusta el orden y la paz, el rigor, y un gran respeto por su profesión. No
            conocía la risa; por lo menos nosotros, nunca la habíamos visto risueña.



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